Nunca lo escuché prestándole tanta atención. Creo que porque siempre.me pareció que el sonido quedó un toque viejo, un tanto rudimentario. Igual tiene un par de grandes canciones, y Kanye interpoló uno de ellos en Hell of a life. 8/10
Podría haber sido un lindo álbum de folk, pero después mete varias cosas psicodélicas que terminan por predominar y que no congenian bien con el espíritu de las canciones. Para folk psicodélico/progresivo, unos años después ya llegaba John Martyn.
No lo escuché entero, pero es ese rock de sonidos demasiado estridentes que parecen más actitud que música. Igual, tampoco es que la música y la actitud se puedan separar tan fácil. Nirvana no sería lo mismo sin cierta actitud de Kurt. Pero si él no gritaba siempre, vos por qué sí? Si gritas solo por el rock, capaz que después terminas tipo Dave Grohl.
El disco parece por momentos una demostración de blues. Clapton toca pero suele caer en el exhibicionismo. Hay algunas excepciones de todos modos en las que la guitarra y la canción están en una misma sintonía y queda algo lindo, como en Have you ever loved a woman y Little wing. Son canciones en las que el blues aparece genuinamente y no como una reinterpretación de Clapton.
Música sin riesgos, de sonidos previsibles, a niveles y ritmos seguros y estables. Es como Coldplay si no tuvieran ninguna buena canción, o Radiohead si no despertaran ninguna emoción.
Me gusta la onda medieval y me gusta la psicodélica. Es como si el álbum contara las fábulas de unos rednecks hippies. La abundancia de cuerdas, sus superposiciones y delays, y también algunas percusiones no tan convencionales, crean muy bien esa sensación de irrealidad, también cercana al juego. De hecho, pensé constantemente en Monty Python.
Es como si agarraras a The Velvet Underground y le sacaras toda su búsqueda intelectual. Pero la frescura y la actitud están, e incluso, tal vez, magnificadas. A favor de la irreverencia de saber que sonas como el culo, y así y todo ser libre entre géneros e interpretaciones; y a favor, casi como norma general, del ruido.
Todo tan esquemático que, por más que pueda formar parte de un concepto, se vuelve agotador.
Quien rapea no tiene esa cualidad especial, necesaria para elevar un álbum de rap. Pero el álbum sí tiene algunos temas muy buenos, como Mental Stamina y You Can't Stop the Prophet. Por otro lado, qué increíble cómo el rap de los 90 tenía una energía tan alegre, que creo que se ha perdido mayormente.
Aunque uno ya lo sepa, siempre es un descubrimiento volver un poco más atrás y percatarse de que todo el pop y rock de este siglo y el pasado, nace de un choreo inmenso a la música negra. Igual no me voy hacer el boludo: ese pop y rock me han dado muchas alegrías, y esta música es preciosa. Elvis es un intérprete del re carajo, y le alcanzan dos notas para conmover, y transportar a quien lo escuche, a otro lugar y tiempo más acogedores o interesantes. En cierto punto, su voz es como leer el Génesis: revela el nacimiento de la injusticia y de nuestro mundo.
Pop bastante sólido. Se adapta bien a su tiempo con algunos ritmos dance y sonidos medio aphextwineanos. En última instancia, el álbum parece un poco eso: Madonna, como un ícono, ganando otra metamorfosis; diluyéndose en el momento, antes de pasar al siguiente. Una especie de significante flotante.
Pop de sábanas blancas, suave como un sol de Cancún en mayo, que te pega en los ojos mientras al lado tuyo baila una señora en sombrero y anteojos de sol; y delante, una instructora grita en espasmos, despertando de la siesta a un abuelo cuyos nietos juegan en la alberca. Qué sé yo, Blank Space más o menos zafa, si lo que querés es menoscabar la psiquis de tus empleados.
Tal vez si se le preguntara a Neu! por sus influencias, las negarían todas. Pero se puede trazar un camino, tan ligero como el aire, que -como dice chusen- arranca desde el impresionismo francés, pasa por The Velvet Underground y los atraviesa a ellos. Lo fundamental de esta música es, precisamente, su delgadez, su fisonomía maleable; como si no proviniera de ningún tiempo y no habitara en ningún espacio. La Historia, en el disco, parece pasar por el costado. Los sonidos aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer, con una cadencia blanquecina, y su estatuto es el de la fugacidad. Así, parece que esta música solo existe para ella, a pesar de que tanto detrás como delante tiene un sendero, al cual ella cierra los ojos.
Suena como muchas cosas de los 90, pero poco como algo propio. El álbum junta tantos sonidos que al final lo único que queda de manifiesto es una impronta rockera un tanto estéril. No es que la música no tenga cierto encanto, de todos modos. Existen algunos momentos en que la distorsión parece más convencida, y en los que la banda pareciera mirar hacia adelante en vez de girar ciegamente en cualquier sentido.
Buena música, porque todo nuevo sonido parece un paso hacia adelante. La instrumentalización renueva al conjunto incluso en las constantes de su variación; y por más que las formas ya estén en parte esquematizadas, los materiales tienen una frescura tan atrayente como sorpresiva.
Expresión tolerable de postmodernismo. El problema está si se la piensa como un manifiesto político o la respuesta genuina de un territorio oprimido. Es cierto que los sonidos y las letras sugieren algo de eso, pero lo hacen tan solo como un ejercicio, la posibilidad lúdica de una combinación, que, al final, termina siendo exitosa. La instrumentalización es pequeña y las texturas, suaves: los materiales diversos se armonizan. Y en última instancia, por más que políticamente tal armonía pueda ser fútil, o incluso la solicitud de un conformismo, también amplía el espectro de lo imaginable, crea una especie de no-lugar. Y no todo tiene que ser realismo.
Melodías tan mecánicas y brillosas; letras tan pueriles; y gritos lo suficientemente estridentes como para hacer de la masa cerebral una sustancia informe, y poder hilvanar con ella una alegre disposición al tedio.
2pac flotando entre beats de cadencia difusa, como un baquiano avanzando entre la neblina. Es cierto que le sobran algunos temas.
Tiene un componente punk, pero se parece más a Queen o a Genesis, y la combinación termina por ser divertida. En el medio hay una linda balada como English Rose y, por breves momentos, un sonido que anticipa un poco Unknown Pleasures, para el que faltaba un año.
Música suave pero no por displicente. Al contrario, tiene una devoción casi religiosa por la canción y sus potenciales; particularmente, a la manera de los Beatles. Los instrumentos componen texturas superpuestas que, lentamente, de forma imperceptible, evolucionan en conjunto hasta arribar a una culminación: un estallido tropical, siempre acompañado y precedido por una voz aterciopelada, que parece la del Brasil entero. O incluso, más aún, del continente, porque es la expresión de tal lugar, regido esta vez no por la injusticia, sino por la paz y la armonía de una canción.
Sonidos familiares vueltos incompatibles por una fuerza extraña, que trastoca la articulación normal en un punto tan sensible como imperceptible. Kate Bush hace del pop un lugar para sus ritos, tierra fértil para inmolarlo y hacer nacer allí, bajo caras en permanente metamorfosis, una nueva vida, la cual será tal como ella quiera: chillona, grave, aguda, o un teatro puro.
Te amo, Elliott. Héroe de todos los hombres tristes, conquistador de la voz y la palabra. Humano, antes que nada, y por tanto tembloroso. Tus canciones son sobre todo incertidumbre; así como también, el triunfo del espíritu. Frágil evidencia, como tu vida y la nuestra, de que luego de atravesar la injusticia y el dolor, nos espera aquello que deseamos.
They killed JFK in '63 So what the fuck you think they'll do to me?
Tenés que ser un genio para manejar los hilos narrativos de un álbum de la manera en que lo hace acá Kendrick. Es tan profunda la visión que lo guía, tan incrustada dentro de sí la historia que narra, que todo sonido parece la manifestación definitiva de una vida o un momento. Kendrick construye memoria, un nuevo testamento para su ciudad; después renacería ya muerto y bañado en snobismo. Y sin embargo, ya había realizado aquí una de las últimas expresiones comunales de un mayormente vil mainstream musical. Porque no es por su genialidad ni por su inventiva que Kendrick hizo grandes álbumes, sino por crearse una historia para sí y enraizarla en la de sus amigos, vecinos y pueblo.
Suenan extraño y lo saben, por lo que aprovechan las guitarras para sonar aún más extraño y, en vez de hacer un rock ruidoso o distorsionado como amagan, hacer un rock guiado por hooks pop y un espíritu irónico.
Es música amigable, como para irse de vacaciones. Los ritmos imprimen predictibilidad a todo el álbum, pero no por eso aburren; y no obstante, al final no queda más que una diversión ya utilizada, reciclada a partir de materiales sintéticos, artificialmente coloreados con presuntuosidad y un breve esmero.