Pues me pareció que empezaba como el Satisfaction de los Rolling, luego un poco de psicodelia folk sin mucha emoción en una primera escucha. Me dio tiempo a una segunda y la verdad es que gana mucho. Fleet Foxes seguro que tienen “Expecting To Fly” y “Rock and Roll Woman” como canciones fetiche.
“Mr. Soul”, “Expecting To Fly” y “Good Time Boy” (un toque soul muy inesperado) mis favoritas. Muy buen final con “Broken Arrow”. Seguro que habrá una tercera escucha.
Definitivamente no es el álbum para escuchar en el gym ya que su potencial está precisamente en las letras, y eso es algo a lo que no presto mucha atención cuando estoy levantando pesas. Sin embargo, puedo comprender que este sea un disco clásico de hip-hop, aunque no sea mi estilo preferido. He reconocido la popularísima “F**k tha police” pero me han llamado más la atención “If It Ain’t Ruff”, “I Ain’t Tha 1” y la que abre el disco “Straight Outta Compton”. Para ser un disco de un estilo que nunca escucho no se me ha hecho pesado. Sorpresa final con “Something 2 Dance 2”, que me ha dado muy buenas vibras para lo que dice el titulo.
Mítica banda que había escuchado poco. “Candy Says” para abrir el disco presagia algo bueno. En general tiene un tono intimista preocupado por encontrar la perfecta fusión entre melodía y sencillez en los arreglos. Luego dirán que el lo-fi es de modernos, pero es que todo estaba inventado. Aparte de la mencionada “Candy Says”, cabe mencionar “Beginning To See The Light”, donde se vislumbra por qué caminos va a transitar Lou Reed en su carrera en solitario. Luego está la sorpresa de la interminable y experimental “Murder Mystery”, que te mantiene a la escucha pese a su duración. Easy listening, según lo mires, porque aquí hay algo más que buenas melodías.
Un clásico aunque no es mi preferido de Dire Straits. Entiendo el exitazo dado el giro más comercial y enfocado al gran público que dieron, lo cual no le resta calidad. Todos los singles se han oído hasta la saciedad, de manera que alguno de ellos he acabado por aborrecer (“Walk Of Life”), así que pongo como preferida una maravilla que se llama “Ride Across The River”, que es la que más me recuerda a álbums y canciones anteriores (“Once Upon A Time In The West”). Definitivamente es un álbum histórico, pero que su éxito no opaque todo lo que venía antes.
Hacía tiempo que quería dedicarme a escuchar a Elvis Costello y este aha sido el momento. Para esa música de ese tiempo siempre he sido más de Joe Jackson, con el que encuentro muchos paralelismos. El disco se escucha fácil, pero no consigo que me enganche más allá de esa facilidad. “Chelsea” y “Pump It Up” como favoritas y “Night Rally”, la cual me imagino en la voz de Bruce Springsteen sin desentonar para nada.
Poco me esperaba escuchar hoy un disco del rey del tango
Piazzolla. Me he sumergido en un sueño de arcodeón y vibráfono, intenso, cambiante, sugerente y lleno de pasión. Las piezas, largas, tocadas en directo tienen la frescura y la autenticidad necesaria como para ver que aquí hay música de calidad, aunque este género no sea mi preferido. Me he emocionado con "Little Italy" más que con ninguna otra, por la razón que sea, y que tampoco hace falta encontrarla.
Para el hip hop tengo un limite y creo que este álbum lo ilustra claramente. Mira que empieza prometedor, pero según avanza se me van quitando las ganas de volverlo a escuchar. En la parte positiva, ese intento de mezclar hip-hop con música alternativa. Para mi gusto, no funciona.
Gran parte del éxito, si no todo, de Beck se fundamenta en la habilidad de combinar estilos e influencias para mostrar un producto consumible que huela a moderno. Esto no lo digo con intención peyorativa, ya que esa habilidad no la tiene todo el mundo. Se hacen reconocibles Beatles, folk, hip-hop, electrónica y hasta toques industriales. Eso sin hablar de los samplers, los más reconocibles y los menos. Bravo por él, aunque no consiga emocionarme. Pongo “Jack-Ass” como favorita por poner alguna.
Otro de esos albums míticos que nunca cayó entre mis y que todavía no había escuchado. Sí conocía sus dos éxitos “Purple Haze” y “Hey, Joe”, que merecen todo el reconocimiento que tienen. Por lo que se refiere al resto del disco, se comprende la influencia que ha tenido en los guitarristas de la época, ya que Hendrix llevó el instrumento a lugares poco o nada explorados hasta la época. Sin duda es un clásico que hoy, a mí, me resulta difícil de disfrutar a tope. Me ha sorprendido para bien “The Wind Cries Mary”, un tema que perfectamente podria estar cantando mi admirado Van Morrison.
Uno de mis grupos de cabecera de adolescencia cuando descubrí el rock progresivo (sinfónico lo llamaban entonces) Justo cuando ya estaba en sus estertores. No sé si es uno de los 1001 álbumes que no te puedes perder puesto que es un cover, con algunos elementos originales de la banda. Sea como fuere, es un descomunal ejemplo de comunión entre música clásica y rock, tanto para introducir a amantes del rock a la música clásica como viceversa. “The Great Gates of Kiev” y su final es simplemente apoteósico y emocionante.
Recuerdo haber escuchado “So Young” en la radio y recibirlo como aire fresco en el panorama musical de los 80. Sin embargo, perdí la pista se Suede a continuación y durante los 90 hasta volver a retomarlos con pasión en los 2000. Al reencontrarme con su discografía enseguida me quedé prendado por la oscuridad y el lirismo de “Dog Man Star”. Desde el minuto uno me enganché con “Heroine”, “We Are The Pigs”, “The Power” y, sobre todo, “The Wild Ones”. No tan comercial como su siguiente álbum pero un dignísimo seguidor de su primer disco homónimo. Un clásico.
Jamás me dio por escuchar un disco entero de Radiohead, así que esta es la primera vez. También esperaba que me propusieran “Ok Computer”, “Kid A” o “In Rainbows”, pero ha sido este. No podemos negar la audacia del grupo al proponer un estilo alejado de tendencias y de los estándares del rock de la época. Un universo neo psicodélico, onírico en compases poco comunes que reclama un hueco propio en el panorama del rock. Hueco merecido y, por lo que respecta a este álbum, ¿qué decir de esa delicatessen llamada “Pyramid Song” y de “You and Whose Army?” más que son dos joyas?
Bailar, desde luego, hay que bailar. Pero no soy yo de desatarme al ritmo de house ni puesto de speed hasta las cejas. Puedo disfrutar de una canción al volante con los altavoces a tope por la autopista, pero el disco entero se me ha hecho más que bola.
Nada más que decir, por ahora.
Muy reputado álbum de jazz rock que no alcanzo a determinar si es el culmen de un género que recoge múltiple influencias o si es el punto de partida que ha influido a cientos de músicos posteriores. Sea como fuere, a mí me ha sonado a antigua. De mucha calidad, pero falta de punch, para mi gusto.
Esto es divertimento en estado puro. Aceleración a ritmo de de pop rock con su toque punk a veces que te mantiene vivo y disfrutando en cada corte. “Alright” fue un éxito, pero aquí hay mucho más que ese single. Las tres que le siguen, “Lose It”, “Lenny” y “Strange Ones” son tan infecciosas que las has de escuchar en bucle”. En definitiva, discazo para pasarlo bien y sobrellevar un, por ejemplo, lunes de mierda.
Al tercer corte ya me olía por dónde iba la cosa, y no, no iba bien. Este disco de drum and bass con pretension ambient tiene una pulcra producción y una calidez inusual a otras músicas de este estilo que es lo que para mí se salva. ¿Es escuchable? Sí. De hecho me lo he tragado enterito mientras hacía ejercicio, no es mal acompañante. ¿Me emociona? No. Me es difícil rescatar algún tema que sobresalga.
Si hay un adjetivo que puede definir este álbum es "bonito". No es demasiado
concreto, pero todo el mundo lo entiende.
Un dream pop agradable, lírico, emotivo, brillante, que nos reconcilia con los buenos sentimientos en tiempos de barbarie y negatividad. Justo lo que necesito ahora.
Escucharía "Silver Soul" sin parar.
Por más que “Tutti Frutti” o “Long Tall Sally” sean archiconocidísimas, no dejan de ser historia de la música. Otras archiconocidas no pueden ostentar ese título. El carácter innovador de Little Richard y su peculiar estilo arrebatado lo convierten en una figura imprescindible. Aún así, nunca había escuchado más allá de sus éxitos. Es cierto que el patrón con el que están cortados la mayoría de sus temas es muy parecido, viniendo de una tradición de R&B que no terminaba de convertirse en la música de masas que él consiguió. Pero hay que escuchar este álbum con los oídos de hace màs de 70 años y valorarlo y en su contexto. Su influencia (Beatles, por poner un ejemplo) está fuera de toda duda, más allá de que ahora se pueda considerar una pieza de museo. Fuera de los clásicos, me han sorprendido “Miss Ann” y “Oh Why?”
Obra maestra, sin discusión. El primer álbum de The Beatles que realmente muestra la dirección que iba a tomar la banda de experimentación y de profundización dejando atrás el sonido Mersey que abanderaban. A excepción de “Run For Your Life”, bastante prescindible en mi opinión, el álbum muestra ya un dominio absoluto de la situación, y ya se intuyen rasgos que serían clave en la siguiente obra maestra “Revolver”. Es un disco orgánico, con una producción inteligente donde la formación instrumental base todavía suena en todo su esplendor antes de que entraran a jugar un papel esencial los teclados y demás experimentos. Es una obra desnuda de florituras donde la composiciones destacan por su perfección en sus justas armonías, santo y seña de la banda. Tremendos éxitos como “Drive My Car”, “Michelle”, “Girl”, “Nowhere Man” o el culmen de la banda”In My Life” que no dejan destacar otros temazos como “You Won’t See Me” o “The Word”. Imprescindible.
El azar me ha deparado la escucha seguida de Little Richard, The Beatles y ahora Fats Dominó: dos maestros y sus cuatros alumnos aventajados. Me siento más cercano al clasicismo de Fats que a la electricidad de Richard, pero no puedo pasar por alto la trascendencia de estos dos músicos. He descubierto “Blue Monday” y “Long” ypero “Blueberry Hill” sigue siendo mi favorita, una canción que incluyó decisivamente en la música de gente tan importante como Elvis Presley.
Prometo que jamás había oído hablar de esta banda. He escuchado el álbum dos veces y también he leído un poco en Wikipedia, pero tampoco es que me haya dado muchos datos. Un grupo de rock psicodélico de los 60, sin más, y eso que he escuchado el disco dos veces, porque es domingo y es cortito. Me he quedado un poco igual, la verdad. Voy a destacar “Lazy Me” y “Changes”, por mencionar algo que me haya dado un poco de feeling.
Seguimos con álbumes míticos. La verdad es que me chiflan algunas canciones de The Doors, pero el fondo de armario nunca me ha fascinado. Un disco que abre con “Roadhouse Blues” predice cosas buenas, y lo cierto que aquí hay mucho del sonido clásico e inconfundible de la banda y la personalidad de Jim Morrison se puede palpar en cada tema (atención a “Blue Sunday”). Con las escuchas es un álbum que va creciendo y se saborea mejor. Me quedo con “Peace Frog” por ese característico órgano de Ray Manzarek, que junto a la voz de Morrison cumplen ya el estándar Doors por el cual han pasado a la historia.
Puedo empezar a poner calificativos y faltarme espacio. Una de mis bandas favoritas y uno de sus mejores álbumes. No se entiende la historia del rock sin los (entonces) cuatro de Basildon, por mucho que el género en el que se les encasille sea el de synth-pop. Entre el oscuro y rompedor “Black Celebration” y el enorme “Violator” surge este disco como perfecto nexo de unión entre ambos. Entre sus mejores temas: “Never Let Me Down Again”, “Strangelove” y “Behind The Wheel” pero sin olvidar “Nothing” o “The Things You Said”. Comercialidad sin perder un ápice de calidad y vanguardia. Sencillamente fantástico.
No sé si he estado escuchando una hora de un coche derrapando o de una radio desintonizada. En el fondo se escucha alguna que otra melodía interesante. Poco más puedo decir de este disco de shoegaze. Podría ponérmelo dos o tres veces más para ver si le pillo el gusto. No me apetece.
Un buen ejemplo de lo que el rock británico en los años 80 era. Saliendo de la efervescencia del punk para adoptar formas más sofisticadas (The Cure, Siouxie and the Banshees, etc) Echo and the Bunnymen representaban una línea que abrazaba sonidos oscuros y atmósferas cargadas que ya destacaban en este primer disco. Yo los idolatré con “Porcupine”, que llevaba ese estilo a lo más alto. Pero nunca fui atrás para escuchar con atención sus comienzos. Ahora me resultan algo cargantes, pero se reconoce ese toque propio que además ha influenciado a muchas bandas posteriores. “Billiard Terrace”, “Pride” y “Stars Are Stars” están entre mis favoritas.
Lo siento por los fans de Radiohead, pero no consigo que la banda no me produzca sueño/aburrimiento. Es verdad que en cada disco hay dos o tres temas muy famosos y destacables, pero no soporto cuando experimentan. Eso no quita que reconozca su aportación y su influencia en la música de los últimos 20 años, pero creo que solo voy a disfrutar un greatest hits cuando toque. Lo mejor de este es “Optimistic”, en mi opinión.
No es mi género favorito. Es más, me cansa y aburre soberanamente. Las tres canciones famosas las he tenido que pasar por razones obvias. Y la curiosidad por saber que más tenía el disco que ofrecer se me ha pasado inmediatamente. Creo que todo lo demás que ha hecho Bon Jovi es copiarse a sí mismo interminablemente. Lo que no entiendo es cómo tantas bandas y cantantes han querido imitarlos.
Música de mi adolescencia. Madness era toda un locura, evidentemente. “Our House” es un tema que hoy en día nadie ha podido superar en divertimento ni imitar esa base rítmica sincopada tan contagiosa. El resto del disco transcurre por ese camino teatral de música inspirada en el ska y anclada en una tradición pop británica que crea una atmósfera teatral dispuesta a hacer pasar buenos ratos. Una delicia que merece ser reivindicada.
Este disco es pura belleza. Melódicamente soberbio, perfectamente instrumentado, voz pura, sencilla, envolvente, tersa. Elegancia en la composiciones y en la producción. ¿Qué más puedo decir? No lo había escuchado y solo conocía a Joab de oídas. “Down To Zero”, “People”, “Somebody Who Loves Me” y mi favorita, “Love And Affection” van a ser escuchadas más veces en los próximos días.
P.J. Harvey en estado puro en un disco casi desnudo, donde P.J. es voz y guitarra, se prescinde de sonidos de teclados envolventes y así suena mucho más orgánico que cualquiera de sus predecesores. Me huele a folk sin serlo y una sola escucha se siente insuficiente. No es música comercial de usar y tirar, se ha de degustar y hay que dejar que te traspase. Tampoco es un álbum para todos los gustos, me temo.
Yo solía pensar que el post rock era otra cosa, pero ya que a esto le han puesto esta etiqueta me lo voy a creer. Este disco me da más vibras a un ambient rock y a electronic jazz que a otra cosa, pero etiquetas aparte, me parece un álbum muy conseguido. Un sonido sofisticado, muy bien producido y solo apto para paladares eclécticos y open minded. Habilidad infinita para crear atmósferas y estados de ánimo nada convencionales.
Escuchar un disco de Nick Cave es como sentarse a ver una peli. A veces es muy truculenta, otras muy dramática, otras muy sexual, pero siempre narrada con su penetrante y expresiva voz. En “Murder Ballads” se habla de (y se siente) la muerte. Solo al final hay espacio para el optimismo (?) con “Death Is Not The End”. Sea como fuere, este es otro de los sobresalientes álbumes del tito Nick, aunque no mi preferido.
Una maravilla del folk rock americano. Suena setentísimo en el buen sentido. Ya son míticas las armonías vocales de CSN&Y, su seña de identidad. Igual por eso pueden sonar unas veces a Beach Boys y otras son más Creedence. En todo caso, me parece un álbum imprescindible. “Woodstock” te pone las pilas, ahí sale a relucir todo el potencial. “Our House” es esa pequeña joya imperecedera donde suenan más Beatles, o más McCartney debería decir. Y “Helpless” es estremecedora como ninguna. Rozando el
10 absolutamente.
Por más que lo intento no puedo terminar un disco de rap sin que se me atragante. A Lupe Fiasco no lo conocía ni de nombre. Una canción me suena pero creo que es por el sampler que usa. Me cuesta encontrar descanso en la continua verborrea dentro de temas sin estribillo, por más que su base rítmica tenga su aquel, y mira que lo intento. La desconexión cultural que siento ante esta manifestación artística tampoco ayuda, por mucho que los temas que se tratan son cuestiones sociales casi universales, pero es el formato el que me resulta ajeno.
Otro álbum y artista del cual jamás antes había oído hablar. Se trata de un cantautor y actor americano que concibió este álbum como una sinfonía intimista pero en clave de musical (music hall) muy influenciado por la teatralidad de Kurt Veil y con pasajes claramente inspirados en Gershwin o Copland, los músicos clásicos estadounidenses por excelencia. Suena extemporáneo pero no deja de sorprender y, aunque tiene altibajos, se comprende tanto por qué no obtuvo más reconocimiento en su época como por qué hoy se considera disco de culto.
Muchas ganas le tenia a este álbum. Conozco a Kate Bush por los singles que exitosamente han ido sonando en la radio en su momento, pero nunca busqué ni salió a mi paso un álbum entero. Nunca es tarde, y me alegro de sentir la sensación de esa primera vez que dejas que un disco te penetre y te remueva cosas. Al final no es más que un álbum de pop, pero qué pop. Único y peculiar. La capacidad de creación y composición de Bush están fuera de toda discusión. Ella solita se inventa canciones redondas, accesibles pero impredecibles, te hace soñar entre brumas y te muestra el camino, a veces sinuoso, de la perfección. El álbum es mucho más que la eterna “Running Up That Hill”, sobre todo cuando se inmersa en un folk medieval en “Jig Of Life” o acomete baladas como “And Dream Of Sheep”. No hay tema que sobre. Y es difícil destacar uno entre tantos tan bellos.
La música de los años 50 nos queda tan lejana que solo reparamos en ella cuando la escuchamos de fondo en una película y quizás reparamos en alguna pieza clásica. No nos damos cuenta que de allí viene casi todo lo demás. De todos los estilos que se pusieron de moda en aquel tiempo, el swing es el que siempre me ha emocionado más, y si va acompañado del sonido de una big band ya me enamora. Este disco tiene un primera parte de ese estilo y una segunda parte llena de baladas con arreglos de , otro rollo. Sea como fuere, el hilo conductor es la magnífica calidad interpretativa del monstruo de la música que es Ray Charles. Un maestro que hay que revistar de vez en cuando.
Banda sonora de “Las virgenes suicidas”, el film de Sophia Coppola, este álbum representa una apuesta original de la directora de dotar su película de una banda electro-ambient y alejarse de lo orquestal. No he visto la película, pero como parece, los temas están concebidos para escucharse independientemente del contexto cinematográfico. Para mí, una perfecta conjunción de la electrónica para crear atmósferas intrigantes y también ensoñadoras y de instrumentos convencionales que nos mantienen en el plano de la realidad al mismo tiempo. Muy agradable a la escucha aunque puede resultar algo monótono. Para mí, un notable.
Cuando en España andábamos con el Naranjito, empezaba Mecano y Miguel Ríos arrasaba en los estadios, los Duran Duran ya hacían discazos pop muy avanzados a su tiempo. Poco puedo decir más allá de que eran de las bandas más top y que han durado tanto tiempo porque ofrecen calidad ante todo. En el punto justo del pop bailable, la introducción de la electrónica sin dejar de ser una banda de rock, el glamour y lo mainstream. Me flipan. ¿Vale decir que estaba enamorado de Simon LeBon?
Para no gustarme especialmente el jazz ya me he escuchado este disco dos veces en lo que va de día. Y es que, además de jazz, aquí también ha mucho swing y bastante exploración en lo que ahora llamamos World Music, sobre todo de África y, oh sorpresa, España. De las cuatro partes de la que consta el álbum, prácticamente la totalidad de la cuarta es una composición con aires flamencos y guitarra española bastante inesperada pero muy muy acertada. Por razones obvias, es la parte con la que más he conectado. Y es que el disco comienza frenético, continúa bastante acelerado y solo al comienzo de la parte D nos da un respiro, porque el final vuelve a ser de mascletà. ¡Que viva el viento!
¿Qué decir que no se haya dicho ya de “Born To Run”? Pues seguramente nada original. Uno de los álbumes clave del siglo XX. El puñetazo en la mesa del Boss. Incontestable su trancendencia. Y ahora, “unpopular opinion”: me cansa un poco tanta épica. Creo que Bruce se dio cuenta de que menos es más en “Darkness On The Edge Of Town” y le salió un disco para mí más redondo. Eso no quita que “Thunder Road” me emocione cada vez que la escucho y que “Tenth Avenue Freeze-Out” me provoque no quedarme quieto y moverme al ritmo de su “groove”. Un merecido 10.
Ni intentándolo puedo hacer que me guste el rap. Este álbum es todo lo que no me gusta del estilo, cansino y monótono. Se salva su denuncia social y la canción “Body Count”, en la que extrañamente abandona la monotonía y se pone rockero. Lo demás, para mí, olvidable.
Muy loable el empeño de Janelle por darnos algo original y de calidad. Por no subirse al carro del mainstream ya tiene mi apoyo. Es un disco ecléctico, conceptual, místico y próximo a la vez. Quizás esas son sus armas y sus debilidades, ya que puede parecer falto de cohesión. Para mí, muy agradable de escuchar. Si te gusta salirte del camino de baldosas amarillas, este es tu disco.
Muchos conocimos a Rod Steward en los 80 a partir de “Da Ya Think I’m Sexy” y lo que le siguió, pero pocos reparamos en su pasado rockero de los 70. Oyendo este disco pocos se imaginan que es un inglés su autor, ya que suena tanto del gusto americano, por sus influencias country y folk, igual que del blues. No es extraño que en EEUU le consideren uno de los suyos. Me ha gustado el protagonismo de las guitarras y la magnífica cualidad interpretativa de la áspera garganta de Rod, inimitable. Descubrimiento.
A la quinta canción ya estaba cansado del patrón anodino de locomotora de tren de vapor, así que dejo el drum’n’bass para los fans del género y sigo con mis cosas.
Muy notable álbum de rock, en ocasiones progresivo, en otras muy blues-rock, y a veces jazz-fusión que con Steve Winwood a la cabeza, se volvió a reunir después de haberse separado y parece que ese tiempo de separación les sentó de maravilla. Unos temas que suenan muy a costa oeste de los EEUU y eso que la banda es británica. Aquí tenemos un poco de todo, desde guitarras rockeras a saxofones y órganos. El álbum es muy completo, sin altibajos, con momentos de virtuosismo en todos los cortes. Una joya de los primeros 70, de gran influencia en bandas tanto contemporáneas como posteriores. Me lo quedo.
Entiendo que este álbum haya ido ganando adeptos con los años y que al principio la irrupción de Patty Smith no fuera de la mano de un éxito inmediato. Demasiado vanguardista para la época, y eso que la sombra de Warhol estaba detrás. No obstante, creo que si esto lo hubiera lanzado un hombre en lugar de una mujer de aspecto andrógino le habrían ido las cosas mucho mejor. Dicho esto, a mí el disco me atrapa desde el minuto uno por su carácter urbano, mundano y lírico a partes iguales. Y porque Patty es una intérprete de diez. Fuera de lo obvio, no he podido evitar recordar “Miserable Lie” de The Smiths mientras escuchaba “Free Money” y “The Hand That Rocks The Cradle” del mismo álbum del cuarteto de Mánchester al escuchar “Kimberly”. ¿A alguien le pasa algo parecido?
Si la palabra influencer hubiese estado de moda en los primeros 70 los New York Dolls se la habrían apropiado. Pese a su discreto éxito en su momento, este álbum se ha convertido en el comienzo de muchas cosas que vinieron después, sobre todo en la escena punk-rock tanto a un lado como a otro del Atlántico. Ramones, Blondie, Guns’n’Roses e incluso Morrissey le deben mucho a las muñecas de Nueva York. Hoy el disco suena fresco como el primer día, demostrando que, a veces, el éxito no está en las inmediatez, sino en la perdurabilidad.
Buena sorpresa de domingo. El funk siempre me ha puesto de buen humor, y más hoy que me ha pillado teniendo trabajo que hacer, así que me ha hecho buena compañía. He leído por ahí que en la sección de viento han participado miembros de la banda de James Brown, y entonces todo cobra sentido. Sin embargo, mientras ciertos temas de James Brown se me hacen bola, este álbum lo he escuchado dos veces del tirón y lo he disfrutado igual de bien. Feel-good music en vena.
De todas las bandas míticas de prog-rock, está la tenía en el limbo. Quizás porque su disco más exitoso salió precisamente a comienzos de los 80, cuando los oídos de la prensa musical ya estaban totalmente dirigidos al fenómeno MTV y al pop-rock y synth-pop de la década. “Moving Pictures” sí recibió buenas críticas por parte de la prensa especializada pero no llegó a las listas de éxitos de España con fuerza. Escuchados ahora intuyo una fuerte influencia de Yes, aunque con menos tendencia a presumir de virtuosismo. Podemos decir que son menos sinfónicos pero más rockeros. Para muchos es un álbum esencial de rock progresivo, a mí me cuesta meterlo en el top 10, pero es un gran disco seguro.
Lo he escuchado mil veces pero si me proponen hacerlo de nuevo allá que voy. Hay pocas cosas nuevas que decir de este álbum. Si todavía no lo conocéis os estáis perdiendo el origen de mucha de la música que vino después en los 80 y 90, y hoy todavía sigue influyendo en las bandas de rock del momento. Sin “London Calling” no existirían hoy tantas cosas… Se me hace difícil pensar que este caleidoscopio de géneros, esta visión avanzada a su época viniendo del punk más convencional fue fruto del azar. Aquí hay una estrategia bien diseñada y una intención de llegar a un público masivo. Y lo consiguen. Un disco que jamás aburre y nunca pasa de moda.
Siempre he considerado el blues un género altamente constreñido en el estricto patrón de sus estrofas y limitado en sus posibilidades expresivas. Es una obviedad que es un género seminal y toda la musca popular desde mediados de siglo XX viene de ahí, pero a mí me produce más aburrimiento cuanto más clásico es. Joh Mayall sí dio un pequeño salto adelante, adaptándolo a un concepto más blues rock más acorde a su tiempo, señalando el camino a los músicos de los años 70. Aún así, siendo este álbum buen ejemplo de ello, me cuesta disfrutarlo por esa sensación de repetición continúa. Eso sí, la guitarra de Eric Clapton se nota, y se agradece.
Pues más de lo mismo. Aburrimiento y total desconexión con el hip hop y toda la cultura que le envuelve. Pero el programita de marras se empeña en convencerme de que uno de cada diez álbumes que no puedo dejar de escuchar antes de palmarla es de rap. Ya empiezo a pasar del tema.
Lo obvio sería ponerme a halar aquí de sensualidad, y es que es el concepto que universalmente se ha asociado a Marvin Gaye y, por extensión, al soul. Hay que preguntarse cómo se ha llegado a identificar unas notas y un ritmo, y una producción, con una sensación o sentimiento del cual ya no podrá jamás escapar. El caso es que todos nos sentimos cómodos con esa asociación, que ya es parte de nuestra cultura audiovisual. No sabemos si el bueno de Marvin hubiese querido transitar toda la vida por ese camino, pero se nos fue demasiado pronto para comprobarlo.
Pues mira, eso de que tengas “family issues” y decidas curar tus mierdas y traumas en un pretendido envoltorio artístico dónde acabas tomándola con los maricones y las mujeres, para sorpresa de nadie, para luego esforzarte en cada entrevista en aclarar que no eres homófobo ni machista, que es solo una licencia artística, y que estás jugando entre la realidad y la ficción, a mí no me convence. Y eso que “musicalmente” es un álbum mucho más accesible y soportable que el resto de hip hop que he escuchado, por eso no le pongo un 0. Y, vosotros me diréis qué oculta esa obsesión por la pollas del señorito cishetero blanco. Ahí lo dejo.
¡Qué gozada este disco para un domingo insulso! The La’s, que parecían una one-hit wonder band, se quedaron en una one-album wonder band, porque yo creo que aquí hay más de un hit. A la archiconocida “There She Goes” le podemos sumar “Timeless Melody” o “Way Out”. A comienzos de los 90, este disco abrió la puerta al Britpop estando fuertemente arraigado en el rock más clásico de las islas (The Beatles, The Kinks). Un álbum con toques retro pero con unas guitarras exquisitas que forman una obra que todavía hoy es una delicia para escuchar.
Este también es uno de esos discos que se puede escuchar on repeat, de hecho, lo acabo de hacer. Y eso que el reggae no es delos estilos que más disfruto, me parece cansino, pero me encanta cuando aparece donde menos te lo esperas o en una fusión. Lo cierto es que aquí, Marley da en el clavo y nos regala temazos como “Jamming”, “Three Little Birds”, “One Love/People Get Ready” o el mismísimo “Exodus”. El disco que define qué es el reggae y quién es su rey, sin discusión.
David Byrne es uno de los creadores más originales que ha dado la historia del rock. Su vehículo de expresión ha sido fundamentalmente la banda Talking Heads. Ahí ha dado rienda suelta a su eclecticismo y su poco convencional sentido de la música. Esa es su aportación y bien que nos gusta. En este álbum hay canciones que me dejan más bien frío pero la gran mayoría son aciertos. “I Zimbra” (claramente crimsoniana, no en vano el mismísimo Robert Fripp toca en ella), “Cities” y mi favorita “Heaven” son buen ejemplo de la originalidad de la banda.
Este disco tiene muy buena reputación por lo que representó como ejemplo del indie rock de los 90. Definitivamente se nota su influencia en tantas bandas de la década, Per a mí siempre me ha parecido un grupo algo sobrevalorado. Este álbum, por ejemplo, tiene varios temas ya míticos, pero me cuesta encontrarle el truco a otros tantos. Sea como fuere, ya ha pasado a los anales del gafapastismo musical del siglo pasado.
Pues me he encontrado un disco delicado, sofisticado, bien producido, sólido sin ambiciones, sincero y sencillamente agradable. Se rompieron las expectativas porque de Dexy’s solo conocía la mítica “Come on Eileen”, y esperaba algo igual de folkie. Leo por ahí que este disco fue ninguneado en su momento, se entiende porque no sigue el hype de la canción de marras. A veces ser auténtico no gusta, por eso me gusta quien no gusta.
Lo más oscuro y casi tenebroso que jamás the Cure ha podido grabar lo hicieron en este álbum. A mí me dna un pelín de miedo hasta acercarme a la portada en las tienda de discos. Entiendo que “The Hanging Garden” fuera lo más parecido a un single radiadle, porque el resto hay que escucharlo en penumbra y con velas para estar a tono. Todo esto no lo digo en un tono peyorativo, más bien lo contrario. Pero creo que hasta la misma banda entendió que si querían llegar a lo más alto, tenían que modular el tono y, sin perder la esencia, transitar hacia espacios melódicamente más accesibles. Mención de honor, sin embargo a “One Hundred Years”
Pues aquí el bueno de George se marcó un “aquí estoy yo” para dejar claro que ya no iba a volver es ser el George Michael de Wham y se iba a mostrar al mundo tal cual es, aunque por el momento solo quedó en la intención porque, por muchas pistas que dio, al final fueron más bien otros los que le forzaron a mostrarse. Viniendo del éxito adolescente de “Faith”, pocos esperaban este camino de introspección, pero yo lo agradecí, puesto que aquel otro George me resultaba un tanto falso y prefabricado. Aquí hay baladas muy acertadas y la voz de Michael resulta mucho más auténtica y convincente. Sin ser un gran fan, considero este disco un gran acierto en su carrera.
Mucho había oído sobre The War On Drugs pero no había escuchado nada todavía. Lo cierto es que me he quedado bastante frío. Muchos vibes de Bon Dylan para un indie, en mi paladar, insulso. Un par de melodías y arreglos con acierto pero nada como para tirar cohetes. En general, me he aburrido bastante.
Lo confieso, Bon Dylan siempre me ha puesto nervioso. Me es difícil soportar un disco entero, aunque es verdad que en su dilatada carrera ha dado con bastantes buenos temas. En “The Freewheelin’” hay tres o cuatro de los más conocidos y muy hijos de su tiempo. No es difícil imaginar lo que su música representó en los 60 por el mensaje que llevaba consigo. Eso hay que reconocérselo. Musicalmente, no es un músico que haya aportado tanto a la historia como sí lo ha hecho al mundo de la poesía. Pero Bon será siempre Bob.
Con el bombazo que fue “Sweet Dreams” este álbum ya estaba amortizado. Sin embargo, todavía dio para dos o tres temas realmente buenos más. No obstante, escuchado hoy, ya pierde muchas de las bondades que en los primeros 80 se le otorgaron, con razón. Ahora, para mí, no deja de ser un álbum ochentero de synth pop más. Annie Lennox se fue haciendo con el tiempo más Annie Lennox, demostrando la artistaza en ciernes que era entonces. Entonces Eurythmics quedó como un bonito recuerdo de juventud.
Dicen que si hay un bluesman africano, ese es Touré. Este es su álbum póstumo y que recién acabado el propio Touré catalogó como lo mejor de su carrera. Yo, que ya reniego del blues clásico, solo me falta que su equivalente africano esté relleno de sonidos tribales, asonancias y vocales rudos amelódicos. Podria marcarme un 10 erudito pero estoy más por puntuar por nivel de disfrute, y este ha sido insuficiente.
No puedo ser objetivo. Van Morrison es pieza clave en mi educación musical. Hasta el año 1992 no había escuchado nada de este hombre. Por razones que no vienen al caso cayó en mis manos una copia de “Hymns To The Silence” y mi vida cambió. No tardé en llegar a este concierto y, verdaderamente, lo que se respira en él es pasión, fuerza, emoción y verdad. Un descomunal Van llevando su voz y su música a la excelencia interpretativa. También es verdad que cuando se rodea de una banda de calidad contrastada, en este caso la Caledonia Band, todo brilla más, pero no cabe duda de quien continúa siendo el centro de todo. Aquí se escucha a Van The Man, la leyenda del rock menos rockera, su estilo, inimitable y genuino. Sería Dios si no tuviera el carácter tan agrio, pero hasta los dioses se enfadan con los mortales.
El azar ha hecho que el programa me sugiera dos días seguidos a Van Morrison. Pues bueno, bienvenido sea este álbum, el más luminoso, jovial, entretenido de todos los clásicos de su primera época. Siendo el que viene después de “Astral Weeks”, pocos se esperaban el giro hacia un rock desinhibido, con las influencias del blues y del jazz más evidentes que nunca, donde no sobra un solo tema y todo tiene una coherencia y una vitalidad que difícilmente veremos en el resto de su discografía futura. Mi álbum preferido de Van de los 70, junto a “A Period Of Transition”. Destacar un solo tema es imposible, así que os dejo con uno de los menos conocidos.
Si hay una definición de lo que significa “disfrutable” esa es “Out Of The Blue”. De principio a fin, este doble álbum te proporciona las endorfinas necesarias para unas cuantas horas de sobrellevar las rutinas de nuestras anodinas vidas. Aquí tienes el pop y el rock and roll dándose la mano mientras disfrutas de los arreglos de cuerda, los teclados y guitarras estratégicamente diseñados para epatar y las armonías vocales y las melodías más pegadizas. Y puedes bailar si así lo deseas. Un disco que solo puede contribuir a nuestro buen humor y bienestar mental. Ponéoslo una vez al mes, es medicina.
Llama la atención la aparentemente decisión totalmente voluntaria de darle en este disco el máximo protagonismo a la guitarra acústica, viniendo Madonna como venía del universo electrónico de “Ray Of Light”, pero me parece una decisión acertada. No abandona la electrónica, pero hace que el álbum se diferencie claramente de su predecesor. El tono melancólico de algunas composiciones y la atmósfera ambient de la que fue dotado el disco hacen de él uno de los más coherentes de su carrera. Compacto y lo suficientemente experimental como para mantener a Madonna en la cima del pop por aquel entonces.
En esto vas y a punto de tirar la toalla dices, venga, un último intento, y lo das todo. Es esas estaban Supertramp cuando acabaron editando este álbum. Lo siguiente ya esas historia del rock. Este es uno de esos discos perfectos de principio a fin. Una apertura mítica con armónica (cosa nunca vista antes) con “School” y un cierre épico con “Crime Of The Century”. Y por el medio, enormes joyas. Es que este disco es una puta barbaridad.
À la tercera canción ya me vi el cotarro. A la sexta ya se me hizo bastante insoportable ni como música de fondo. No llegué a acabarlo.
Tú toca los bongos pero que sea funky. Y así se resume este disco de 1973. A falta de más composiciones originales, la Bongo Band se marca unas buenas versiones (especialmente “Apache” y “In A Gadda Da Vida”) y un puñado de buenos temas instrumentales con el protagonismo de los susodichos bongos que es un gusto de escuchar. Buen groove, aunque algo olvidable al cabo del tiempo.
Un disco que son dos. El “Abattoir” más áspero, enérgico y hasta furioso y “The Lyre”, algo más reposado. Hay quien ha llamado al primero gospel rock, por aquello de la presencia del coro en muchos de sus temas. Mucho talento desbordado, pero ciertamente no es el disco para ponerte cuando estás bajo de endorfinas. O sí, allá cada cual con sus estados de animo.
Iggy Pop a rebufo de Bowie en sus “Berlin years” dio como resultado este y el anterior disco (de hecho el álbum está prácticamente todo compuesto a medias por ambos). Al final, una buena mezcla de rock y punk (que todavía andaba en pañales) aderezada con la voz jaeggerizada de Iggy. Lo tenia tan olvidado que me ha resultado hasta novedoso. Qué decir del “Passenger”, puesto de moda décadas después por las cosas de la mercadotecnia… Lo dicho, un buen disco de David Bow… perdón, Iggy Pop.
Muchos años antes de que se pusiera de moda acusar a los artistas de apropiación cultural, Paul Simón acometía este proyecto de fusión entre el folk-rock americano del que era estandarte y la música tradicional sudafricana. La cosa le salió redonda, ganando tropecientos mil premios y el reconocimiento de la crítica y del gran público gracias a sus temas radiables y la sensación de que estaba haciendo algo nuevo pero accesible y nada pretencioso. Maravilloso.
Otro álbum de rap. Os dejo con lo único excitante que he encontrado en él, y es por el título nada más.
Pese a que el disco me flipa y lo escucho con deleite, hay que reconocer que la pretenciosidad de Roger Waters se fue un poquito de madre y aquí comenzaron los problemas de la banda. No puede ser más conceptual el álbum, tanto que hasta dio para una peli dirigida por Alan Parker. Igual se pudo haber resuelto en un único disco en lugar del doble, pero por lo menos nos quedan unos temazos clásicos como “Another Brick In The Wall”, “Comfortably Numb” o, mi preferida “Run Like Hell”. Mítico.
Una de las voces más elegantes, cálidas y sugerentes que ha dado la historia de la música y que se fue demasiado pronto. Elis Regina nació para darle al jazz y a la bossa nova el estatus que merecían. Es extraño que de su discografía recomienden un disco recopilatorio, pero eso no quita que entre esos temas haya joyas de la música brasileña. A ponérselo y dejar que se nos erice la piel.
Una interesante sorpresa de álbum. Cuando el reggae sale de Jamaica y se instala en Europa, más concretamente en el Reino Unido, es inevitable que el género se manifieste de una manera distinta y que incorpore elementos melódicos del pop aunque se aferre al ritmo caribeño con uñas y dientes. Hay un hecho distintivo, que es la voz blanca de Ali Campbell y el sonido destacado del saxofón y los teclados. Sin olvidar el carácter marcadamente social de sus letras, que daban buena cuenta de su oposición al thatcherismo y su apuesta por la denuncia de la injusticias. Chapeau a todo.
Un disco en el que esté “Layla” tiene que tener mis bendiciones. Se me ha hecho un poco largo pero es, de largo, lo que mejor escucho de algo en lo que esté implicado Eric Clapton. Aunque hay algunas versiones (“Little Wing” de Jimi Hendrix es excepcional), la mayoría de los temas son originales, y para mí, destacan los que no son descaradamente blues rock, cosas que tiene uno. En definitiva, un clásico con un temazo eterno.
Se cuenta que Brian Wilson decidió componer una obra maestra tras escuchar “Rubber Soul” de The Beatles. Tal era su ansia de experimentar que proyectó un disco lleno de efectos de sonidos, instrumentos exóticos y complejas armonías vocales casi imposible de interpretar en directo. La crítica lo llamó rock barroco por ponerle un nombre, lo cierto es que con razón, lo que los Beach Boys nos legaron fue un álbum irrepetible, moderno, ultra-influyente y disfrutón. Un ejemplo de que el riesgo da siempre sus frutos.
No había escuchado este disco. En realidad creo que a los Cocteau Twins siempre los he conocido de nombre, y este álbum ha sido una grata sorpresa. He tenido que buscar información porque escuchaba a la vocalista cantar en algo que parecía inglés pero no pillaba nada y he descubierto que lo que hace es glosolalia, es decir, cantar como si realmente fuera un lengua sin existir tal idioma. La verdad es que funciona, y puedo decir que es de los mejores discos de dream pop que me he encontrado nunca.
El álbum de John Martin lo tiene todo para haberme emocionado. He tenido ocasión de escucharlo tres veces seguidas (dura escasos 38 minutos), tiene un sonido poco convencional, intimista, atmosférico, una voz llena de matices que recuerda a la de Anhoni, un sinfín de aspectos positivos. ¿Necesito una cuarta vez para que me penetre las entrañas? Posiblemente.
Tuvo que haber un soul para que después hubiese música disco, la heredera natural del ritmo de la Motown. Pero es que Aretha es mucho más que soul. Ella es la contestación de las mujeres ante la hegemonía masculina. Aretha es el respeto, la fuerza y la naturalidad de quien se siente poderosa. A Aretha no se le tose. "Chain Of Fools" y "You Make Me Feel (Like A Natural Woman)" ya han pasado a la posteridad.
Y tú, ¿eres de “Bossanova” o de “Doolittle”? Pues los hitazos me gustan más los de “Doolittle” pero como álbum, “Bossanova” me parece más redondo. Y eso que ambos los escuché cuando Pixies ya no estaban de moda. Muy fan del sonido eléctrico, áspero y enojado de este. Hay algún tema que me pone algo de los nervios, todo hay que decirlo, pero está perfectamente integrado. Cuando queráis nos pegamos unos gritos juntos al ritmo de “Rock Music”.
No siendo el jazz un género favorito y entendiendo poco de él, se me hace complicado valorar a quien supuestamente es un clásico. ¿Valoro por el mérito y la calidad que se le supone o por el nivel de disfrute según mi experiencia personal? Si es por lo primero tendría que ponerle un 10, pero creo que voy a seguir con las valoraciones personales. Pues bien, no me emociona. Me pasa con cada pieza de jazz màs o menos clásico. Sin embargo, me entusiasman muchas obras de jazz fusion, por la razón que sea. Vaya pues, mi bien alto al bueno de Miles.
¡Qué manía le pillé a George Michael por haber perpetrado lo que para mí era tremendo plagio de “Close To Me” de The Cure en “Faith”! Como yo no era fan de Wham, me resultaba fácil despreciar todo lo que hacía el bueno de George una vez dejó el dúo para adolescentes que formaba con nadie-sabe-su-nombre. Y me equivocaba, porque aquí despegó un artista como la copa de un pino. Con el tiempo, sus temas más ochenteros huelen un poco a naftalina, porque su producción suenan a temas cliché, pero las baladas mantienen el tipo años después y le dan el crédito a una voz y una presencia con sello de calidad.
Interesante primer disco de The Go-Go’s, de escucha fácil (tres veces seguidas en mi caso) y buen regusto final. Se siente fresco y no tiene mucho olor a viejuno. Buen ejemplo de la new wave y clara influencia para muchas bandas de los 80. “Our Lips Are Sealed” y “We Got The Beat” son los puntos álgidos del disco, pero yo tengo predilección “How Much More”, quizá porque me recuerda a “Rusholme Ruffians” de The Smiths (¿Johnny Marr copión?)
Ya puede ser la niña bonita del rap contemporáneo que no lo compro. El cansancio y desinterés monumental que me ha producido este disco es comparable a tantos otros álbumes de rap que han pasado por esta lista. Y si leo que en el se cuentas las experiencias de Kendrick creciendo en un barrio lleno de droga y mala gente ya me desconecto sin solución. En fin, lo mismo de siempre.
No había escuchado a esta banda que, por mucho que la llamen de rock psicodélico, a mí me parece más un folk (pronto-psicodélico, si quieres). Las letras sí son lo suficientemente surrealistas, y el comienzo del álbum con “Are You Happy?”, “Only Dreaming Now” y “Painter Of Women” hacen presagiar un bonito viaje que poco a poco se va diluyendo y la voz de Sal Valentino comienza a cansar un poco, mientras los temas se vuelven más monótonos. No emociona, pero se escucha con agrado.
Obra maestra del grunge sin paliativos. El bueno de Chris Cornell, siempre a la sombra del mediático Kurt Cobain, encuentra la llave maestra para elevar el género a categoría suprema. Riffs y baterías contundentes, fuerza melódica y energía vocal, todo puesto a la disposición de los “angry young men and women” de los 90. Y además con hitazos como “Black Hole Sun”, “Spoonman” o “My Wave”. Imprescindible.
Para muchos es un intocable del rock. Aquí nos ofrece un álbum bastante melancólico de folk rock, muy easy listening, donde Neil explota más que nunca las sensaciones y los sonidos más epidérmicos. No me apasiona especialmente, pero si hay temas que entiendo que le coloquen en ese Hall Of Fame de los más clásicos, no en vano, tiene una de las carreras más extensas y experimentadas del rock. La canción que da título al disco es, verdaderamente, perfecta para disfrutarla tumbado en la ídem.